EL MOLINO BLANCO
Dentro de esa presencia numerosa de molinos en Arequipa motivada por la relativa abundancia de maíz y trigo tenemos que considerar, de manera especial, al Molino Blanco, por el particular interés turístico que representa.
Su origen se remonta al siglo XVII, esto es, al apogeo de la producción de trigo en Arequipa, aunque en aquel tiempo se le conoció como Molino Ripacha, nombre que proviene de un antiguo curaca del lugar y que permanece en el nombre de una de las rondas que caracterizan al tradicional barrio de San Lázaro que alberga, en uno de sus confines, al molino en ciernes.
De Ripacha, vino a ser llamado Molino Santa Catalina, en razón de que pasó a ser propiedad de las religiosas de dicho convento, lasque directamente no lo trabajaron, sino que como solía ser la costumbre en el caso de bienes del clero, lo dieron en alquiler a terceros, obteniendo la correspondiente renta.
Esa fue la situación del molino hasta el año de 1940, en que se introdujeron nuevas tecnologías para la molienda, más económicas y eficientes, lo cual puso fin a la actividad de la mayoría de los molinos hidráulicos y piedras de moler que habían gozado, hasta entonces, de una larga hegemonía.
Ya en la séptima década del siglo XX, las religiosas de Santa Catalina de Siena, urgidas por contar con recursos para habilitar su nueva residencia, al proyectarse su antiguo convento como lugar para las visitas turísticas, decidieron la venta de su molino, presentándose como interesado el doctor José García Calderón, quien, una vez adquirido el predio, inició la quijotesca labor de, prácticamente, reconstruirlo dado que su estado de conservación era realmente malo, mientras que paralelamente tuvo que realizar arduas diligencias para lograr su saneamiento legal, en razón de la presencia de algunos inquilinos precarios en la propiedad que debieron ser desalojados.
Logrado todo ello, y ya comenzada la octava década del mismo siglo, el propietario decidió convertir su predio en un hospedaje de primer nivel, para ello contó con el concurso de afamado arquitecto Raúl Morey Menacho, con quien tras largas sesiones lograron un proyecto consensuado que permitiría amalgamar con equilibrio el carácter histórico del monumento con lo fines funcionales que debía cumplir como instalación hostelera.
Lamentablemente, diversos motivos que tienen que ver con la mala política estatal hacia el sector turístico de aquellos años, no fue posible que la actividad del establecimiento prosperara de manera regular, pero aún con ello, el célebre molino ha acogido a algunos distinguidos huéspedes en sus habitaciones, incluso no faltaron algunas celebridades como el cantante Julio Iglesias, quién animado por lo grato de sus instalaciones, decidió prolongar su estadía en la ciudad, o aquel otro huésped ilustre que fue el notable arequipeño, ex presidente de la república y del Tribunal de Justicia Internacional de la Haya, quien le dedicara al molino un bello poema, que a continuación reproducimos:
No es este un molino de viento
de los que el mundo medieval
plantó en tierras de La Mancha
como testimonio inmortal
de las hazañas de un Quijote
que castigando felonías
rompía lanzas contra el mal
frente a las aspas crujientes
del oscurantismo feudal.
No este un molino de viento:
es un molino de sillar
donde amasaron viejo dueños
sus hogazas de pan
con las espigas generosas
de su trigo candeal.
No era este un molino de viento:
fue sólo un molino rural
que tuvo, acaso, en carne y hueso
un molinero peculiar:
tal vez un hidalgo pobre,
mitad señor, mitad gañán
que con el sol recién amanecido
llegaba a trabajar
con trigales en las pupilas
y con su orgullo en el morral.
Pero este rústico molino
de pétrea espuma de volcán
con ascendencia campesina
y señorío natural,
tuvo también su Don Quijote
en el más reciente historial
de aquesta Villa de Arequipa,
rebelde, libre y monacal
que hoy se remoza con galas
de su ancestro tradicional
para lucir el rancio atuendo
de dos siglos atrás.
Un caballero idealista
y querendón de su ciudad
trocó la fábrica vetusta
del molino en bello solar
y al restaurar sus altas bóvedas
o al para muros de sillar
les devolvió la pátina del tiempo
y su aire de genuina ancianidad
y puso en ellos una nota
de alegría jovial
liberando a los paramentos
del estuco vulgar.
Así es como en el viejo predio
del Callejón “Ripacha”
cumple hoy en la noble Villa
una doble misión social:
dar posada al peregrino
en un albergue de amistad
y dar encanto a quines quieran
de sus bellezas disfrutar.
¡Cómo hacen falta los Quijotes
en este mundo desigual
para sembrar en los molinos
el ensueño y el bien obrar…!
No es este un molino de viento:
es un Molino de verdad
con muelas –piedra en granito—
y sus aguas de manantial
y sus rumores y su harina
y su caliente olor a pan.
Es un molino en que se muele
–como el Quijote lo hizo ya—
muchos mendrugos de ilusiones,
doradas como el pan.
UN DATO CURIOSO:
El nombre de Molino Blanco surgió de una broma entre el propietario y dos amigos suyos, uno de ellos le contó del famoso Moulin Ruuge parisino, y le sugirió que el suyo podía ser entonces el “Molino Blanco”, insospechadamente, el doctor García Calderón lo tomó en serio y así lo hizo, llamó Molino Blanco a su establecimiento, que además ha sido su vivienda.
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